Cuando el mundo más miró a China

Por Luis Melián

Hanoi, (PL).- Ante la proximidad de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, inevitable recordar la cita estival de Beijing-2008, quizás la ocasión cuando el mundo más miró a China y sobre todo a su capital.
Por su cultura milenaria y logros en prácticamente todos los campos, esa nación es bien conocida, pero difícil que alguien niegue haberse sorprendido cuando el gigante asiático enseñó cuánto y cómo se preparó para la fiesta universal del deporte.
Hasta entonces los datos asociados al crecimiento de la economía china y los beneficios para su población eran temas frecuentes en los diálogos sobre el país y por ello se comprendía su condición de sede de los Juegos Olímpicos, entre otras razones.
Pero la lid cuatrienal acercó a China al resto del mundo, que, mediante la televisión o como testigo in situ, comprobó los avances de los anfitriones, desde económicos hasta sociales.
Cuando la noche del 8 de agosto de 2008 millones de personas vieron imágenes de Beijing, la sede principal, buena parte de ella cubierta por fuegos artificiales, no pocos se quedaron sorprendidos, como les sucedió a muchos deportistas y otros visitantes presentes en sus calles, avenidas y lugares públicos por la ocasión.
Recuerdo que a mi regreso a casa un vecino me preguntó, quizás todavía con cierta duda, «¿Lo que yo vi, es Beijing?».
Se refería también al estadio Nido de Pájaro, al Cubo de Agua, entre otras instalaciones e imágenes en su mente.
Quienes coincidieron en la capital china verificaron la preparación de sus habitantes, desde conductores de vehículos hasta personal del metro, para la gran cita, sin olvidar a los miles de voluntarios que contribuyeron al éxito de los juegos.
Varios pueden ser los indicadores para hablar de Beijing antes de 2008 y después del histórico momento. En mi caso, mucho me sorprendió ver la ampliación de la red de transporte subterráneo. Solo unos años antes sus líneas eran dos. Para la cita cuatrienal se elevaron a ocho y hoy prácticamente cubren toda la ciudad.
También las condiciones creadas para los atletas paralímpicos, no solo en las sedes de competencias y su villa, sino en muchas partes de la ciudad.
Esa urbe tenía como credencial de organizadora de eventos
deportivos de gran envergadura  los Juegos Asiáticos de 1990, que reunieron a poco más de seis mil 100 atletas de 37 países.
Cuánto creció China de entonces a 2008 puede inferirse de la diferencia entre ambas citas.
Pero al mirar en el recuerdo a los Juegos Olímpicos de 2008, debemos pensar también en un elemento que fue único: el país anfitrión se abrió como nunca antes al mundo.
Beijing fue la sede principal, pero muchos participantes, incluidos representantes de la prensa, estuvieron también en otras plazas que acogieron torneos deportivos.
Shanghai, Shenyang, Tianjin y Qinhuangdao aportaron campos a las eliminatorias de fútbol, Qingdao recibió a quienes intervinieron en la justa de velas y Hong Kong  organizó la competencia ecuestre.
Y quizás la mirada final fue hacia el medallero, también para vivir otro momento de sorpresa: Al lograr 51 títulos, China desplazó de la primera posición a Estados Unidos, que terminó con 36.
Hoy, cuando se mira a Río de Janeiro y su esperado éxito como anfitrión de los cercanos juegos olímpicos, Beijing y las otras sedes de 2008 devienen, más que recuerdo, una historia viva válida de imitar.

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